El implacable imperio del automóvil

Cuando le digo a las personas que me voy a ir a tal o cual parte en bicicleta, generalmente obtengo la misma reacción, pelan los ojos y exclaman: “¿estás loco?”. Esta frase la escucho tan seguido que ya forma parte de mi vida cotidiana. Los argumentos por lo cual no debo andar en bici son siempre los mismos, y se resumen en que la ciudad es muy peligrosa y que el tráfico está horrible.

En efecto, debo admitir que tienen razón. La gente nunca se fija si vengo por ahí pedaleando, y en cada trayecto me tocan dos o tres automovilistas que se sacan un buen susto cuando me miran. Afortunadamente, no había obtenido de esta aventura ningún perjuicio más que una mordida de perro y unas dos o tres caídas no tan feas, de las cuales había salido ileso.

Pero el viernes todo cambió. Me dirigía hacia la facultad de ciencias humanas transitando en sentido contrario por la calle, pegado a los automóviles estacionados, cuando miré que una vieja pendeja estaba mirando por su espejo retrovisor para ver si podía integrarse al tráfico. Al ver que no venía carro, avanzó directamente hacia mí. “¡A la madre!”, pensé yo, “llegó el momento que pensé que nunca iba a llegar”. Me lamenté de no haber hecho testamento. Para mi buena suerte, un nanosegundo antes de aplastarme fijó su vista en el lugar en donde debería haber estado desde un principio: La calle.

Al ver esa mole de metal acercarse directamente hacia mi pobre humanidad, frené inmediatamente, haciendo lo mismo esta señora. Lamentablemente nuestras reacciones no se dieron a tiempo, y fui a estrellar mi llanta delantera en su defensa, saliendo proyectado hasta su cofre, en el cual aterricé abollándolo bastante.

Me quedé un rato ahí acostado, pensando en lo que recién había pasado, y tratando de sentir si no me había dado en la madre. Después de unos segundos de no sentir dolor, me levanté y miré a mi alrededor. Estaba frente a una secundaria que recién salía de clases, y noté que había un grupito como de doce adolescentes en estado de shock que no podían creer lo que habían visto.

Miré a la conductora, la cual hacía gestos de desaprobación y tenía una expresión de furia como diciendo: “No tienes madre, cabrón”. ¡Vaya! Total que me acerqué a la ventanilla, y me grita: “¡Todavía que freno y tu vienes derechito a estrellarte en mi carro!”. ¡Háganme ustedes el favor!

Con una tranquilidad y serenidad ejemplar (la cual no sé porqué aparece cuando estoy en este tipo de situaciones), le dije: “Yo veo a su carro saliendo, señora”. Mi respuesta tan segura la dejó un tanto perpleja, yo creo que pensaba que gritándome iba yo a decir: “Disculpe usted por la molestia, ¿no quiere que le lave el carro?”. Al cabo que soy un ciclista, ¿verdad?

Algo más me gritó, de que yo tenía la culpa de lo sucedido y que cómo me atrevo y cosas por el estilo, a lo que respondí preguntándole a las muchachas que estaban cerca: “Ustedes vieron todo, ¿qué pasó?”. Lo malo es que no obtuve ninguna respuesta, porque las pobres todavía estaban sin habla, nomás se me quedaban viendo como si fuera una especie de zombie con gorrito de fiesta. Bien piratón, neta.

Ahí fue cuando me dí cuenta de que todas las personas en dos cuadras a la redonda se me habían quedado viendo. La señora, al ver a tanto testigo junto, cambió de táctica: “¿Estás bien? ¿No te golpeaste nada?”. Toqué partes estratégicas de mi anatomía, y al no sentir dolor, le dije: “No se preocupe, estoy bien”, y arrancó más rápido que diputado tras su cheque.

Apenas ahí comencé a asimilar lo que había sucedido: Me atropellaron. Pude haber terminado destripado y con todos los huesos rotos debajo del automóvil de esta hija de su puta madre. Todas las personas seguían con su mirada puesta en mí, de seguro esperaban algo así tipo Kill Bill, en donde yo diera seis pasos y cayera desplomado por la acción retardada del tremendo madrazo que recién me habían acomodado. Pero no sucedió tal, me subí a la baica y al comenzar a pedalear noté que la llanta de enfrente estaba un poco chueca. “Mínimo no se fue limpia”, pensé, “Le abollé el cofre.”

*    *    *

—¿Estás loco? —me dijo Noé— ¿Para qué te vienes a la facultad en bicicleta? ¡Te dijimos que te iban a madrear!
—Pero no me pasó nada.
—¿Te dijimos o no? La gente no se fija, güey, está bien peligroso. ¿Cómo te vas a regresar a tu casa?
—Pues en bici.
—¿Estás pendejo? A las diez de la noche ya está bien oscuro, a cada rato atropellan a ciclistas.
—Pues sí, pero hay que ahorrar gasolina, esto del calentamiento global está bien cabrón.
—Pues allá tu, pero no digas que no te dijimos.
—De todas formas traigo un foquito rojo, a huevo que me van a mirar.
—Allá tú.

La verdad sí me puse a pensar al respecto, ahora el peligro del cual todos me advirtieron me pareció mucho más real. Es la primera vez que me dicen “¿estás loco?” y siento como que tienen razón. Pero  ya estaba en la facultad, de alguna forma tenía que regresarme.

*    *    *

A las diez de la noche emprendí el camino de vuelta, auxiliado por mi foquito rojo parpadeante. He notado que ayuda mucho, pues los automóviles cuando menos intentan sacarme la vuelta. Aunque algunos me pasan tan cerca que me hacen tambalear con el viento de hacen a su paso.

Avanzando cerca de la UABC, por el sentido contrario como de costumbre, llegué a un crucero con semáforo. Noté que un tipo se disponía a dar vuelta hacia donde me encontraba yo, y tiene los vidrios polarizados, así que no supe bien si me miró. Alcancé a ver a una muchacha en el asiento del copiloto, y alcanza a verme. Intento pasar frente al carro antes de que avance.

¡Oh, sorpresa! El cauto conductor no me había visto. Cuando todavía me encontraba frente a él, avanzó hacia mí, y aunque intenté alejarme y pedalear más fuerte, me alcanzó a golpear en la llanta trasera desbalanceándome y haciendo que profiera un pequeño grito. No caí al suelo.

A continuación escucho un gran estrépito, y al mirar atrás, miro cómo se le cayó la defensa al automóvil que me golpeó y la iba arrastrando. Me detengo a media calle a esperar a que se orille y salga el conductor: “Nomás falta que me quiera cobrar los daños”, pensé.

Se baja un muchacho que le calculo unos cuantos años menos que yo, y lo primero que me pregunta es:

—¿Estás bien?
—Sí —respondí yo—, parece que no me pasó nada. No me lo vas a creer pero es la segunda vez en el día que me atropellan.
—¿En serio?
—Sí, y todavía que termino encima del cofre de la doña, se emputa conmigo.
—No mames... Pues yo ahorita me cagué.
—Yo también, no creas que no, pero lo bueno es que no me pasó nada.
—¿Pero ni un golpe en el pie o algo así?
—Parece que nada. Sorry por tu defensa —señalé al pedazo de carro que se encontraba tirado a media calle.
—No, no hay bronca.
—Bueno, me retiro, hasta luego.

Avancé caminando, ahora sí completamente “paniqueado” de seguir en la bici. Si hubiera frenado, o hubiera hecho algún movimiento en falso, en estos momentos estaría convertido en una masa sanguinolenta siendo abierta por los forenses de la SEMEFO.

En mi típica terquedad, después de unas cuantas cuadras de caminar cargando la baica perdí un poquito el miedo, e intenté montarla de nuevo, sólo para encontrarla completamente jodida, ahora sí mucho más chueca. “Mínimo le tumbé la defensa al güey”, pensé.

*    *    *

¿Qué más puedo añadir, queridos lectores? Pocas cosas me hacen poner las cosas en perspectiva tanto como salvarme de la muerte por un pelito. Esto para mí es un asunto bastante confuso, sobre todo por haber defendido tanto la bicicleta en escritos pasados.

Me parece irónico, debo decir. El imperio del automóvil parece estar por todas partes, y el sentimiento popular va más hacia: “Hay que tener cuidado con los carros”, que pensar: “Hay que tener cuidado con los peatones”.

Cuando conté esta anécdota a mis conocidos, todos repitieron la cantaleta de “¿estás loco?” añadiendo a veces el calificativo de “pendejo”, “idiota”, “suicida” y otras linduras. Casi todo mundo se emputó conmigo. ¿Es que debemos justificar que esa marea de automóviles nos aplaste sin decir ni pío? Es sobrecogedor el poder de esas máquinas, tan solo basta irse a alguna de las avenidas principales de cualquier ciudad para comprobarlo. Las calles son lugares inhóspitos, que debemos pisar como plancha caliente: durando el menor tiempo posible sobre ellas.

Hoy volví a montar mi bici, pero parecía conejito asustado. Me fui a velocidad de carrito de paletas, mientras que antes intentaba ganarle en velocidad a los automóviles. Lo lograba con frecuencia ya que no hacía los altos, notaba inmediatamente que los conductores no querían verse humillados por un ciclista y daban un acelerón que no servía de nada pues llegaban al otro alto en donde había otros dos automóviles esperando y yo volvía a rebasarlos.

No dejaré mi transporte tan querido, en parte porque odio manejar. Me parece una actividad monótona, mecánica, estresante y demás. Es un desperdicio de las capacidades humanas, y me parece que sería mejor encomendado a máquinas (yo creo que no tardará mucho en generalizarse esta tendencia).

Yo mato tres pájaros de un tiro transportándome de esa manera: No manejo, ahorro gasolina (por lo tanto dinero y CO2 a la atmósfera) y hago ejercicio. Me veré en la penosa necesidad de cumplir gran parte de estos objetivos de otra forma. Pero algo puedo extraer de esta experiencia, la cual se suma a tantas otras en donde he salvado la vida “por un pelito”: No cabe duda, soy un suertudo de lo peor.

Atte.
BadBit

20 comentarios:

D.R.G. dijo...

aaaaaaaaah.... estas loco??ajajajaj!!!

no te creas... pero si, esta peligroso andar en bici... =( yo siempre he querido y nunca me han dejado D=

some day in europe

Matanguero dijo...

¿Sales de clases a las 10 de la noche en viernes? Eso sí es peligroso...

Unknown dijo...

Yo le dije a alguien el otro día "me voy a empezar a ir en bici al trabajo"

y NO me dijeron "¿estás loco?", lo que me dijeron fue:

"Sí, Badbit"

* Punky * dijo...

A mi me encantan las bicis!

Pero creo que la ciudad es aún más peligrosa que la montaña (y eso que ahi corres el riesgo de caer subre un cactús)

Asi que mejor hago spinning en la seguridad de un gimnasio :)

marisol dijo...

La neta yo si admiro mucho en tí el hecho de intercambiar el auto por la bicicleta mientras sea posible.

Eres de los pocos que conozco que manejan bici como debe ser (en sentido contrario a los autos) y eso se agradece.

Lamentablemente la cultura vial está del nabo.

Anónimo dijo...

AMIGOOO!! CON ESOS SUSTOS!!!!, lo bueno es ke ya corroboré ke te encuentras bien :D portate mal y CUIDATE MAS porfis!

Kamelie dijo...

No manejo por gusto, sino por necesidad. Y me cuido de los carros y no de los peatones porque los peatones no me hacen daño, los carros sí.

En verdad admiro a quines andan en bici, sobretodo en verano, renunciado al aire acondicionado del carro.

A-X dijo...

Ademas los musculos trabajan mejor...buen cambio...

52X Max dijo...

yo solo tengo una cosa ke decir

Fahrvergnugen

Seymus dijo...

oye, en mexicali no hace un putero de calor??, yo creo que antes de pensar en quedar destripado deberías considerar que puedes quedar frito si caes nuevamente en un cofre

Anónimo dijo...

hola!
Oye que onda con tu vida???? Estoy de acuerdo que quieras hacer ejercicio y ahorrar gasolina, pero definitivamente creo que las cosas no suceden por casualidad, y si te atropellan dos veces en un dia, pues creo que es una señal!!!

Asi que ten mucho mucho cuidado!!!
Dios te bendiga
Cowquita

Marcos Legaspi dijo...

un amigo anduvo en bici un buen tramo, y de regreso como a eso de las... 8 o 9, un auto paso y le abrio la puerta y lo tumbo.

es neta.

Kamelie dijo...

Babdit ¿aceptas la invitación de mi mail? (la segunda invitación) Urge respuesta.

Reyna M dijo...

lo peor de que algo malo pase, es que pase 2 veces... ufff

Anónimo dijo...

Adivina que ??? Yo soy el wey que te atropello jajajaja !!! Ya sabia que te habia visto en alguna parte,y resulta que conozco a tu carnala, namas asi de puro chat pero te habia visto en una foto suya . Ah y puedes estar feliz, me salio en 800 pesos la reparacion de la defensa, y el regaño de mi jaina que taba toda avergonzada dentro del carro ajajaj, lo mas fregon es que no te paso nada a ti ni a tu baica, pero a huevo se le tenia que caer la defensa al carro de mi jefa, inches autos ya no los ahcen como antes jojojo sale wey ahi te vess, y ponle un foquito a tu baica porke hay cada pendejo manejando ke no manches... :P

Anónimo dijo...

daaamn badbit, ahOra lOs manejadOres tenemOs ke tener kwidadO de ti ... eres Una amenaza, a la seniOra le abOllaste sU karrO y el pObre mUchachO pagO 800 pesOs pOr la defensa y tU ilesO y la bici mas fwerte ke nUnka ...

en seriO, si te veO en las kalles nOmas me estaciOnare hasta ke nO te mire ...

jejejeje naahhh entiende lOs avisOs badbit, pOrke nO kreO ke sera chistOsO el dia ke estes en el hOspital ... O peOr ... wenO ya sabes

manejar es hOrrible, estresante, desesperante, etc ... perO almenOs te Ofrese mas segUridad y la segUridad siempre debe estar primerO ...

Un salUdin seniOrinO! ciaO

Anónimo dijo...

Sólo para aclarar cosas que el sr atropellador sé que no haría el mismo porque es demasiado buena onda para ello.

El atropellador lo primero que preguntó después de enterarse de que en efecto, el demente bicicletero es mi hermano, fue preguntar si en serio estaba bien y alegrarse por ello. Sobra mencionar que nadie quería atropellar a nadie y que los accidentes, ya sea por una distracción o un poco de inconsciencia le pueden pasar a cualquiera [de hecho creo que en este blog hay un post donde los personajes se invierten y el atropellador es otro].
Si mi amigo ha comentado en este blog fue a petición mía por ese ¨Mínimo le tumbé la defensa al guey¨ pensé que tal vez sería de interés lo que costó.

Quien nunca haya atropellado a alguien en su vida que lanze la primera piedra [Ja!].

Como sea, pienso que este post es para hacer reflexionar al lector sobre la vida de un bicicletero [poco] común y que no es nada personal contra mi querido amigo el sr atropellador quien no es mas que otro sujeto que no está acostumbrado a compartir las calles con bicicletas y peatones porque simplemente no los hay y la ciudad esta planeada para todo menos para eso.

atte la chica que no maneja, ni anda en bici.

P dijo...

Vaya historia...

Reyna M dijo...

Hoy lei en La cronica, que atropellaron a un ciclista (un señor de 60 años)y fallecio, por la anahuac, me acorde de tí y tu blog, no seas tan temerario y cuidate sale.

Anónimo dijo...

Mexicali es la ciudad con más autos per cápita en el país, y la gente cada vez maneja más parecido a los tijuanenses asi que cuidado.