Reflexiones desde donde comienza la carne asada

Hace poco me contaron que una maestra de una universidad de la cual no diré el nombre dijo que los mexicalenses son todos incultos. Que los taxistas de su ciudad natal poseían más cultura que cualquiera de los estudiantes de esa escuela. Si, adivinaron bien, es chilanga. Por ese tipo de actitudes nos caen tan bien a los norteños.

El Distrito Federal, y quizá podríamos generalizar a gran parte de mesoamérica, sigue con el trauma de la conquista. Todavía sienten la bota de los españoles presionándoles el cuello, el sistema de castas marcadísimo que ya existía desde el imperio Azteca se vino a despedazar y reforzar mediante la violencia castellana. El único consuelo es aparentar no ser parte de los sometidos.

He ahí el zeitgeist chilango: Yo soy más de lo que soy. No estoy jodido, soy más que tú. Un sentimiento de inferioridad tremendo compensado con aparentar desesperadamente lo contrario. Ni de chiste se te ocurra decirle a un chilango: Muertodehambre. Lo habrás hecho rabiar seguramente.

El cine mexicano de la actualidad es básicamente el cine chilango. Se enfatiza constamente el estatus y cómo aumentarlo, todos los personajes están traumatizados con su condición. De hecho, en la reciente Sultanes del sur (2007) hay un diálogo odioso acerca de cómo el color de tu piel te hace ser más “indio” entre más moreno sea. Y quieren que los norteños nos traguemos todo lo que se excreta del centro. No por nada también se les conoce como “defequenses”.

Hace tiempo platicaba con unas chilangas, y me decían: “¿Verdad que no tenemos acentoooo?”, alargando la última sílaba de manera que sonaban, bueno, chilangas. Fue mucho esfuerzo el que hice para con carcajearme en su rostro, y decirles que yo sí se los notaba “poquito”. Al final de cuentas, su teoría (y estoy parafraseando) es que el acento que nosotros conocemos como “chilango” es el perfecto, y conforme los mexicanos se van alejando del DF, se alejan más de la perfección lingüística.

Casi como cuando en el programa de Chabelo nos decían que éramos “los cuates de provincia”. La palabra provincia, según Wikipedia, viene del Latín, y designaba a los territorios conquistados fuera de Italia. Así que, los generosos chilangos nos daban oportunidad de ser partícipes de su grandiosidad, y quizá podríamos ganarnos algún premio.

José Vasconcelos plasmó este ideario con su infame frase: “Donde termina el guiso y empieza la carne asada, comienza la barbarie”, refiriéndose al norte del país. Incluso ahí siguen resonando las palabras: No estoy jodido, soy más que tú.

Hace poco pasaba por una de las tantas “Megas” que existen en la ciudad, y miré el slogan publicitario: ¿Vas al súper, o a la comer? Creo que ningun norteño va a ninguna de las dos. Nunca hemos dicho súper. Es el mercado, palabra que en el centro del país tiene una connotación muy diferente. ¿La comer? ¿Así o más chilango?

Creo que es bastante malo tener que cargar con un trauma a cuestas, pero es peor pretender que el resto del mundo debe soportarlo por obligación. Por favor, amablemente les pedimos que dejen todos esos complejos allá cuando vengan, aquí no nos importa su estatus. Espero haber explicado un poco el porqué nos caen tan gordos los chilanguismos en el norte. He dicho.