Everest




Entregué mi primer borrador completo de tesis la semana pasada. Creo. Ahorita está en revisión y seguro necesitará muchas correcciones, pero por lo pronto estoy a la espera. Por supuesto, sigo atareado dando clases en prepa y con la licenciatura en comunicación. Pero comparado con antes, me siento de vacaciones.

Este semestre fue para mí, sin duda, el más difícil de toda mi vida, por mucho. Échenle: Excesivo trabajo, estrés, problemas familiares, de salud, emocionales... Económicos no, por suerte. Y yo sabía, ya sospechaba lo que se avecinaba. Le comenté a algunos de mis allegados: "Si logro sobrevivir este semestre, sentiré que escalé el monte Everest".

Y heme aquí, vivo todavía. Yo sé que el semestre aún no concluye, pero lo más difícil ha quedado atrás. Si acaso, falta el descenso. Algunas cosas pueden salir mal todavía. Puedo tropezar, rodar hasta el fondo rompiéndome hasta el más pequeño hueso de mi cuerpo. También puedo resbalar, caer en una grieta, quedar atrapado por el brazo con una piedra, de manera que tendría que cortármelo para sobrevivir. Toco madera.

Creo que no he sido bueno para explicar a nadie cuánta presión implicó los últimos dos años para mi. Pero en especial este semestre. Me acostaba después de las doce de la noche para despertarme a las cinco, yacía acostado en mi cama y el estrés no me dejaba dormir. Padezco del corazón, y el sentirlo latir tan fuerte, casi en mi cuello, me estresaba aún más. Hacía changuitos para que no me diera un infarto durante la noche y descubrieran mi cuerpo tres días después, cuando los vecinos se quejaran por el olor.

A veces tenía que decirme a mi mismo que esto pasaría, tarde o temprano. Me ponía a pensar en los sobrevivientes del holocausto, y decía: Si ellos pudieron, yo puedo. Quizá dirán: “¡Oooooh! ¡Qué gran insulto! ¡Ellos si sufrieron de verdad!” y tienen ustedes toda la razón. Comparado con ellos, estaba en la gloria. Pero así me sentía,

No me crean, pues. Seguro estoy exagerando.

Intentar explicarlo era como explicarle a alguien que nunca ha estado en Mexicali el calor que hace en agosto. Uno hace su mejor intento:

─Aquí hace muuucho calor en el verano ─dirá el mexicalense promedio.
─¡Ah, sí! -responderá el foráneo─ De donde vengo a veces también se pone bien caliente.
─No, no. Es que no me entiendes. Aquí hace MUCHO calor.
─Si, allá también. El verano pasado fui caminando a la tienda, estaba a tres cuadras y regresé sudando.
─No, no, no... ─diría el mexicalense, quizá llevándose la mano a la frente, tratando de pensar cómo explicarlo─ Es que aquí hace mucho calor, no puedes ni caminar en verano.

Indudablemente, en el 100% de los casos, piensan que uno está exagerando. ¿Cuál es la mejor manera de convencerlos de nuestro punto? Cinco minutos en el solazo de agosto. Nomás. Es más, con que salga un solo minuto, ya con eso tienes para entender.

Pues así me sentía explicando las presiones a las que estuve sometido este semestre:

─Es que este semestre estoy muy ocupado...
─Si, yo también.
─No, no, no. Espera... ─Etcétera.

Toda esa presión hizo también que todo se viera peor de lo que era. El mundo se volvió gris, desaparecí de la faz de la tierra. No podía ni saludar a alguien en la calle, las pocas veces que me dejé ver, por que ya iba con prisa. No me aparecí en eventos, no fui a fiestas, tanto familiares, de amigos, de conocidos, de desconocidos. Una que otra vez decidí que sería bueno ver la luz del sol, para no perder la cordura (cosa que estuvo a punto de suceder), pero cuando lo hacía ni siquiera lo disfrutaba. Tenía la bola de pendientes encima, esperándome con actitud amenazadora. Como cuando mafiosos esperan a alguien afuera de un restaurante italiano para darle una paliza. Lo más que le queda a la víctima es tratar de disfrutar lo mejor posible sus alimentos, pero ni siquiera piensa en ellos. Así me sentía.

En cuanto entregué el archivo de mi tesis, me di cuenta de algo. Había un gran elefante en el cuarto al cual no le había prestado atención en dos años. El mundo siguió su marcha y yo no fui parte de él. Simplemente estuve fuera, como un monje budista. Extrañé la literatura, el cine, la fotografía, la música. Todo lo que me hacía ser yo y sentirme vivo.

Extrañé sentarme en el pasto a pensar. Extrañé respirar hondo, escuchar música sin preocupaciones. Extrañé tocar el piano, tomar una buena fotografía. Extrañé leer una buena novela, escribir un cuento. Extrañé escuchar a otras personas, escucharme a mí.

Quizá nunca hice estas dos últimas cosas. Pero ya las hago.

Vi claramente que mi vida anterior fue puro tirar barra. Puro hacer lo que me gusta. Estuvo padre, y lo extrañaba. Pero también faltaba más dirección, más disciplina, más exigirme a mi mismo.

Las cosas malas también comenzaron a acumularse en mi, y no tenía ni tiempo de pensar en ello. Se iban a acumulando como en uno de mis programas favoritos, Hoarders. De pronto ya estaba lleno de "cosas" que no me gustaban en otras personas. Como dicen los acumuladores del programa, simplemente pensé que las sacaría al día siguiente. Pues tuve que hacer una limpieza masiva. Me imagino cómo me veía ante los ojos de los demás, pero nadie sabía (ni sabe) la historia completa.

Esta limpieza no sólo consistió en sacar cosas que no me gustan, sino en reintroducir aquellas que amo. De pronto me encontré a mi mismo pensando en tramas para cuentos de nuevo. En actividades creativas y estimulantes.

Me di cuenta de que hay muchos libros que se publicaron hace ya años, y que estuve esperando a que salieran. Ni me di cuenta de que ya son viejos. Se acumularon nuevos discos por escuchar, nuevas películas por ver. Mis conocidos se casaron, divorciaron, tuvieron hijos, perdí personas... Ni me di cuenta.

¿Estoy arrepentido? Noup. Esto fue simplemente un exorcismo. Los cambios no se dan sin dolor. No pain, no gain. Fue muy doloroso desprenderme de cosas, actitudes y personas. La tesis es lo mejor que he escrito en la vida. Estoy muy satisfecho con los resultados. No he hablado mucho al respecto por que no quiero arruinar la sorpresa. Aunque, claro, las tesis nadie las lee y tampoco importan mucho que digamos en el orden cósmico. En fin.




Pero la tesis qué. Es un vil documento. Yo soy una persona, y ahora soy otra. Las circunstancias me moldearon. ¡Qué va! No me moldearon, me madrearon hasta que agarré forma. Pero ni modo, así es esto. Las bombas atómicas emocionales rompieron mi coraza, llegaron al fondo y me hicieron sentir. ¡Sí! Como nunca antes en mi vida, sentir otra vez, vivir... O quizá no otra vez, si no por primera vez.

Primero la tormenta revolvió todo, luego amainó. Las nubes grises quedaron, y se retiraron paulatinamente. Hasta que dejaron entrar algunos rayos del sol. Todo quedó empapado, pero limpio. Se fue despejando el cielo, hasta que se evaporó la lluvia. ¿Han visto cómo se ve la ciudad cuando ya el sol secó todo? Así me siento.

La gran pregunta que por fin he tenido tiempo de preguntarme: ¿Ahora qué?

Gran cuestión, pero tengo varias y deliciosas respuestas.

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