Candy flip

Subió sus mallas rayadas hasta casi la rodilla antes de caer de espaldas. Giró para quedar  bocarriba sobre la colcha rosa que cubre su cama. Después de marcar, retuerce con su dedo el cable espiral del teléfono, mientras conversa con su amigo de MySpace. Su pie izquierdo está en el aire, el pulgar sube y baja distraído, revienta la burbuja de su bubble gum. Pasarán por ella a las siete.

Alista su iPod y su fake ID, por firewire transmite sus últimos MP3. Hace una cola de caballo con su cabello de mechones rosas, la atrapa con una liga fosforescente. Pinta su boca con lipstick rojo y sombrea sus ojos de verde. Brincotea frente al espejo junto a un póster de Bobby Darin, se coloca en la lengua su arete favorito, el de la fresa. Observa impaciente en la pared su reloj digital.

Llega el convertible casi puntual, el joven con chaqueta de football suena el claxon. Ella baja por la ventana, Converse por delante. Al caer sobre las hojas secas el aire levanta su falda decorada con un poodle. Corre hacia el auto, sube de un brinco, encienden la radio, suenan los Beach Boys. Sigue masticando su chicle. Él la mima, ella saca su pierna con mallas coloreadas de arcoiris fuera del auto, el pulgar subibaja de nuevo.

I'm gettin bugged driving up and down the same old strip.
I gotta find a new place where the kids are hip.
My buddies and me are getting real well known,
yeah, the bad guys know us and they leave us alone.

Echan atrás la cabeza al beber con dos popotes de su malteada bicolor, la mesera se aleja en patines. Endulzan la mezcla con dos cubos de LSD. Él se aproxima a la rockola, selecciona una canción de Envy. El disco negro gira y gira, la aguja recorre el pequeño surco. Ambos se balancean, dejan caer los brazos y bajan los hombros, o bien sacuden la cabeza y brincan según convenga, como aprendieron en YouTube.

Salen a buscar a sus amigos. Los encuentran jugando Xbox, se saludan sin mirarse casi. Con vasos de Seven-up y Coca-Cola, tragan la píldora mágica que dice “cómeme”. Se apagan las luces, la noche descubre la solitaria lava lamp en una esquina, la música llena el lugar. Love, peace, extasy.

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“Me dejas comment en MySpace”, dice ella al quitarse el iPod. Descubre que perdió su bra. Salta fuera del Corvette, aplasta las hojas secas y abre su ventana de madera. Sin mirar fuera, ni prestar atención, la cierra. Los colores brillantes de su vestido y mallas desaparecen tras las persianas. La música se escucha inmediatamente a través de los vidrios, se mira la sombra de alguien que se desviste. Love, peace, ecstasy.

Él enciende su radio, bambolea la cabeza mientras se aleja en la oscuridad de la noche, abriendo una brecha en el aire claro, limpio y silencioso que deja detrás la lluvia. La letra de la canción se escucha cada vez más lejos, con su voz de lollypop.

Me subo al coche veloz, voy en camino.
Dejo mi vida atrás, me voy muy lejos.
De mi ya nunca sabrás, vas a extrañarme.
Aunque tu digas que no. Eso no es cierto, no.