Detrás de una cortina de tela salió una señora de corta estatura, caminaba con dificultad. Me abrió la puerta de vidrio con sus llaves y preguntó qué se me ofrecía. Le comenté lo de las fotografías, pero que no estaba seguro si eran a color o en blanco y negro. Observé a mi alrededor y vendían cosas nada relacionadas con la fotografía. Tintes para el cabello, algunas figuras de porcelana y otras cosas que no recuerdo. Había un escritorio desgastado que vio mejores días. Seguro ya ni lo usaban y seguía de adorno.
Muchos estudios fotográficos se encuentran en decadencia. Todavía la gente busca los retratos familiares, fotos de los novios y quinceañeras. Pero creo que la fotografía digital ha robado mercado a muchos de estos negocios. Algunos ya están tan abandonados como éste, moribundos. Como un lugar congelado en el tiempo. Por eso mismo decidí tomarme las fotos ahí y no buscar otro lugar. Llevaba prisa, es verdad, pero bien podría haberme dado la media vuelta. Creo que tenía tiempo. Ahora me siento millonario de minutos.
"Las fotos a color te las tendría ahorita, las de blanco y negro mañana en la tarde." Como no tenía tanto tiempo, opté por las fotos a color. "Qué bueno, así no te tienes que dar otra vuelta, me dijo", pero más bien creo que también sería más fácil para ella. Me pasó a otro cuarto de aspecto más ruinoso todavía. Había una puerta abierta que seguro daba hacia una casa. Una radio vieja se escuchaba a lo lejos, con algunas canciones románticas muy viejitas.
Había muchas cosas en ese cuarto. Algunos trapos mal acomodados, sobrantes de fotografías que fueron recortadas, un espejo, un sillón individual tan deteriorado como el escritorio de la entrada y algunas luces que formaban el improvisado estudio. Me senté en la banca detrás de las luces y delante de la pantalla. La señora se agachó con dificultad para encender los focos.
"Algo raro le pasa al radio", me dijo, "cuando prendo cualquier foco suena más fuerte". Yo no había prestado atención y supongo que mostré contrariedad. Como para demostrar que no estaba loca, me dijo: "Escucha". Apagó la iluminación y, en efecto, la radio bajó de volumen drásticamente. Ya casi no se entendía la letra. Cuando las encendió de nuevo, el volumen se vino arriba, con un poco de distorsión. La voz se escuchaba claramente. La canción era "Puerto de ilusión" en una interpretación muy emotiva y melancólica de las hermanas Huerta. Creo que encajaba con todo el resto del lugar.
La Paz, puerto de ilusiónLa señora preparó la cámara. Obviamente las fotografías serían instantáneas. La cámara era de esas que tienen seis lentes para captar seis imágenes al mismo tiempo. Me indicó que moviera la cabeza un poco y disparó el obturador. Sacó el papel fotográfico y lo colocó en una mesa, mientras esperaba a que se revelara. Para sacar plática me preguntó:
remanso de luz y amor
como una perla que el mar encierra
así te guarda mi corazón.
─¿Para qué necesitas estas fotografías?
─Para un examen de inglés. Pero no especificaron si eran a color o en blanco y negro.
─Han de ser a color -me dijo, como para darme ánimos─ Mi hija estaba hace poco en estos trámites, pero ella ya se recibió.
─¿Ah sí? ¿De qué?
─Psicología ─respondió─ . ¿Y tú de qué te vas a recibir?
Podría haber dicho la verdad: De la maestría de estudios socioculturales. Pero casi siempre es una mala idea. Luego tengo que explicar qué demonios es eso y no es una tarea placentera. La gente nunca queda satisfecha, ni yo. Prefiero decir una mentira inocente, algo que no es totalmente falso pero que no es la mera verdad: "Comunicación". Se quedó satisfecha con mi respuesta, así que me congratulé por mi elección. Comentó algo más sobre su hija, no recuerdo exactamente qué, pero eso picó mi curiosidad para saber qué edad tenía actualmente.
─Veintiséis -respondió. No debí preguntar, sabía la siguiente pregunta.
─¿Qué edad tienes tú? ─Preguntó y decidí no mentir.
─Veintinueve.
─Oh...
En su rostro pude ver todas sus suposiciones. "Ya está grande para estarse graduando". Muchas veces he visto esta reacción y yo me la busco. La verdad, la prefiero a tener que explicar toda mi vida. Decir que soy ingeniero, que luego entré a estudiar comunicación y que no he terminado, pero entré en la maestría de estudios socioculturales. Escuché a la señora atentamente pero no estaba de humor de explicar toda mi vida, realmente no. Para ella fui un pobre estudiante de comunicación que se graduaba casi a los treinta. Fue quizá demasiado enternecedor e intentó hacerme sentir mejor:
─Nunca es tarde para superarse.
─No ─concordé yo, sinceramente de nuevo.
Y sí, tiene razón. Nunca es tarde, siempre he pensado así. Si hay algo que me cae gordo, es la gente que dice que ya es demasiado tarde para cambiar cualquier cosa de su vida. Para iniciar algo nuevo.
─Hace poco conocí aquí una señora que ya se ha recibido de muchas cosas ─continuó.
─¿Ah, sí? ¿De qué? ─pregunté, francamente interesado.
─Pues la primera fue de psicología -me decía sin verme, mientras cortaba mis fotografías- la última de trabajadora social.
─Qué bien ─le respondí.
Me entregó mis fotografías, de las cuales quedé muy decepcionado. Quedaron muy lejanas, la iluminación no me ayudó. Como venía de la calle, creo que hubiera sido bueno que me lavara el rostro. Pero bueno, decidí estar ahí y "rescatar" un estudio fotográfico con mi pequeñísima contribución. Le pagué, le di las gracias y salí por donde había entrado.
En el camino me sentí culpable por no haberle contado una historia más. Quizá contarle al siguiente, si llegaba algún despistado, que conoció un joven que había estudiado mucho y que todavía no sabía qué hacer con su vida. Pero bueno, supongo que hay precios por pagar por ser romántico, tanto por no serlo. Obtuve malas fotografías por serlo, y un remordimiento por no serlo.
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